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יום חמישי, 24 במאי 2012

Un fin de a?o diferente a los dem?s

Me dispongo a contar a continuación el relato de mi último macabro y particular fin de año. Decidí realizar una cena en mi casa, y preparar una comida exquisita y dedicarle más de un día de tiempo a la cocina. Por lo que me puse el mismo 30 de diciembre a preparar todo. Fui al supermercado, compré la mejor carne del mercado y los mejores aderezos. Y por supuesto, como no podía ser menos, el mejor vino habido y por haber. Al llegar a mi casa me puse a cocinar como una poseída y a las 8 de la tarde ya lo tenía todo a punto de caramelo para el momento en el que llegasen mis queridos y amados invitados. Pero 15 minutos antes de que llegasen, me di cuenta de que se me habían olvidado las servilletas y tenía que bajar a la tienda de debajo de mi casa a comprarlas. Entre las prisas, el agobio, y el nerviosismo de que todo saliera bien, me fui corriendo dirección a la tienda de servilletas. Pero cuál sería mi sorpresa cuando estoy volviendo a casa y me doy cuenta de que no puedo entrar porque me he olvidado las llaves dentro. En un primer momento me quise morir, porque mis invitados estaban a punto de llegar. Menos mal que tenía el teléfono móvil encima y pude llamar rápidamente a los cerrajeros en Badalona. Tenía misteriosamente en el bolsillo de la chaqueta una tarjeta de una serralleria Barcelona que tenían servicio de urgencias, y marqué el número directamente. El trabajador que me atendió me dijo que concretamente tenía a un trabajador en servicio cerca de mi zona y que en cinco minutos estaría en la puerta de mi casa. Todo parecía de película. No me podía creer lo que estaba ocurriendo. Pero a los diez minutos de realizar la llamada telefónica se presentaron dos cerrajeros en Badalona dispuestos a abrirme la puerta de casa. Miré bien el reloj, porque estaba muy nerviosa, y me di cuenta de que mis invitados aún estaban por llegar, pero que yo tenía más tiempo de lo previsto. En menos que canta un gallo los trabajadores que me envió esta serralleria Barcelona me habían abierto la puerta de casa. Entré, me pegué una ducha rápida para bajar los decibelios del cuerpo, me relajé… y por supuesto, les pagué a los cerrajeros por abrirme la puerta.

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